domingo, 3 de octubre de 2010

En el filo del tiempo (fragmento 1)

Los chicos se alejaron, remisos, y Carmen se transformó en Nada.

Durante un momento imperceptible, probablemente de menor duración que el tiempo de Planck, Carmen captó la ironía de la situación. Hacía muchos años que había dejado de tener cualquier relación con la física fundamental, pero su formación básica en aquella disciplina seguía estando en su mente. Por eso, todavía entonces, cuando ya llevaba más de dos décadas trabajando en otro tipo de proyectos científicos, leía de vez en cuando algún libro de divulgación sobre las nuevas teorías que intentaban, siempre sin conseguirlo, unificar la gravedad con las otras tres fuerzas fundamentales. Y no había dejado de sentirse molesta al comprobar que en muchos de ellos se aludía a supuestas fluctuaciones de la Nada para explicar el Big bang.

No era que Carmen rechazara de plano la idea de las fluctuaciones. No le gustaba, pero podría llegar a admitirla. Hawkng la había utilizado para justificar la radiación que supuestamente emana de los agujeros negros. Carmen no compartía ese planteamiento, pero estaba dispuesta a aceptarlo si le proporcionaban argumentos más sólidos que los exhibidos por Hawking. Es decir, fluctuaciones tal vez... pero en el vacío, en todo caso, no en la Nada.

Para Carmen, el vacío, la ausencia total de cualquier partícula material, poseía algunas características objetivables, como una cierta cantidad de espacio-tiempo o su equivalente en unidades energéticas. Por tanto, no era descartable, al menos no como idea de principio, que pudiera fluctuar y dar origen a partículas materiales.

Pero la Nada es la Nada, pensaba Carmen; algo muy distinto del vacío. En la Nada no había espacio-tiempo, ni energía, ni materia. Ni siquiera leyes físicas. La Nada era la ausencia de todo lo concebible, algo de lo que no puede tenerse conciencia, y que no puede ser caracterizado experimentalmente de ninguna forma. Aquella distinción radical entre vacío y Nada era algo que Carmen siempre había tenido muy clara. Y ahora tenía la constancia que antes siempre había negado. Porque ella misma se había convertido en Nada.

Primero había sido el dolor, una sensación que se dispersaba entre otras muchas: la necesidad de llegar pronto al hospital, que atendieran rápido a David, mitigar el impacto sobre los hijos. Poco a poco la sensación se había ido concentrando, despojándose de los elementos que antes la habían acompañado. Así fue quedando el dolor aislado, un dolor que crecía y crecía, que retorcía todo su cuerpo y se concentraba en su mente, aumentando incesantemente su densidad, como si fuera la acumulación de energía en la bola primordial que acabaría explotando en el Big bang. Y, ya finalmente, incapaz de seguir soportando tal concentración de dolor, la bola había estallado y ella había salido del universo para entrar en la Nada. El universo hecho de dolor ya no existía y sólo quedaba Carmen, incapaz de sentir, de percibir, de pensar. Carmen era la Nada y la Nada era Carmen.

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