domingo, 31 de octubre de 2010

Algo así como orgullo

El viernes 29 de octubre 2010 tuvieron lugar los primeros actos conmemorativos de los 25 años de funcionamiento de la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación (antes, Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación) de la Universidad de Vigo.



Por la mañana hubo un acto institucional en el que Abel Caballero, alcalde de Vigo, logró hablar cinco minutos sin decir ninguna tontería. Tampoco dijo nada relevante, pero lo otro, conociéndole, ya es todo un mérito digno de mención.

Lo bueno fue la charla de veinte minutos que dio Aníbal Figueiras. Fue el director comisario que puso en marcha la Escuela y en la actualidad, además de ser catedrático en la Universidad Carlos III de Madrid, es presidente de la Real Academia de Ingeniería de España. Una conversación que tuve con él en 1989 fue responsable en gran medida de que yo acabara aceptando la oferta que me hacían para ser profesor en la Escuela de Vigo, trabajo que inicié en diciembre de ese mismo año. Como es costumbre en él, utilizó su ilimitada capacidad dialéctica, sus conocimientos enciclopédicos y su vasta experiencia en el mundo de las telecomunicaciones para hilar un discurso tan ameno como duro (con instituciones y alumnos) y dar a los políticos que formaban la mesa presidencial (Caballero incluido) una clase práctica de cómo se habla en público.

Como intermedio, CGM, JRFB, JJPA y yo fuimos a comer a Casa Esteban (en Sanguiñeda). La excusa era un viaje relámpago de AAR, que también fue profesor de la Escuela en sus primeros años (después se fue a la Carlos III). En aquella época, los cuatro compartimos muchas aventuras con él. Ahora vamos un poco viejos.

Por la noche, cena por todo lo alto en el hotel Pazo de los escudos. Compartimos una mesa de seis JRFB, AMO, MFB (faltaron RH y esposa, que, al parecer, no se encontraban bien) y yo con D. y L., dos doctores de Gradiant que habían sido alumnos nuestros y con los que ahora trabaja mi hijo ESL. Lo pasamos bastante bien. Yo, ya muy cansado, me marché a eso de las doce y media, pero aún faltaban el café y las copas.



Para todos los actos estaban convocadas unas dos mil quinientas personas, todas las que han tenido o tienen relación con la Escuela. En la cena no llegábamos a doscientos, pero habían venido los suficientes ex-alumnos de fuera como para que se les notase. Hay algunos malos rollos, sobre todo entre algunos profesores que seguimos en el centro, pero ninguno salió a relucir en la cena. A mí no suelen gustarme los eventos comparativos; he estado en los suficientes como para percibir que la mayor parte de la gente se siente forzada y que prefiere estar en otro lado. Sin embargo, no capté esa sensación el viernes. Al contrario, creí notar bastante camaradería y algo así como una sensación de orgullo por haber hecho un buen trabajo con la Escuela.

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