lunes, 3 de diciembre de 2012

Por encima de las posibilidades

Mi amigo Qam rechina los dientes y hierve de ira cuando escucha que "estamos en crisis porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". Dice que él jamás hizo tal cosa y que, por tanto, no acepta las medidas que se toman para, en teoría, arreglar la caótica situación en la que nos encontramos; es decir, está suponiendo que el resto de los españoles se han comportado como él. Por lo que sé, estoy completamente seguro de que Qam jamás vivió por encima del nivel de vida que le permiten sus ingresos. Pero pienso que Qam no es más que una de las pocas excepciones que uno puede encontrar en España. En otras palabras, yo sí creo que hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades y que ahora estamos sufriendo las consecuencias de nuestros pecados pasados. Y, por si se sienten inclinados a dar la razón a Qam antes que a mí, les ruego que antes de pronunciarse definitivamente tengan en cuenta lo siguiente.

Varias personas de mi familia más o menos próxima son claros ejemplos de gente que ha vivido por encima de sus posibilidades. Recuerdo una ocasión en la que traté de hacer ver a una de ellas que no podía seguir gastando más dinero del que ingresaba. Esa persona me respondió que tenía todo el derecho del mundo a disfrutar de la vida. Después no se cortaba en absoluto a la hora de solicitar a los miembros de la familia el dinero que necesitaba para cubrir sus deudas. Y de nada sirvió que yo le dijese que prefería un Jaguar al coche del que disponía, pero que no me daba el sueldo para comprarlo y que, por tanto, debía aguantarme.

Mi esposa trabaja en una entidad bancaria (vade retro) y está harta de ver dos tipos de comportamiento; el de la pareja joven con unos ingresos (precarios) de mil o mil quinientos euros mensuales que solicita una hipoteca que se traduce en una cuota de setecientos u ochocientos euros sólo porque se ha encaprichado de un piso determinado, y el de la pareja con sueldos (consolidados) del orden de los diez mil euros mensuales que están hasta las cejas de deudas (las tarjetas de crédito están quemadas, los créditos personales están agotados) sólo porque se siente obligada a mantener un determinado tren de vida.

De todos modos seamos justos. Ni mis familiares manirrotos, ni esas dos parejas arquetípicas tienen la importancia suficiente como para causar un cataclismo como el que estamos soportando. Pero díganme si lo que voy a citar es realmente vivir o no por encima de nuestras posibilidades: construir obras públicas faraónicas (la Ciudad de la Cultura en Galicia, la Ciudad de las Artes en Valencia), tener líneas de AVE (Toledo-Albacete) con nueve pasajeros diarios, construir aeropuertos sin aviones (Castellón), comprar juguetes militares, desplegar un ejército en los Balcanes, Afganistán el Índico o Haití, mantener embajadas hasta en el último rincón del mundo, establecer una universidad en cada esquina, mantener cuatro niveles de administración (local, provincial, autonómico y nacional) que sólo sirven para estorbarse, duplicar cuerpos policiales (Policía Nacional y Guardia Civil), mantener un Senado inoperativo, subvencionar películas (muchas de las cuales no llegan ni a estrenarse), pagar las fiestas de cualquier ciudad o pueblo, pujar por ser salida o fin de etapa de una vuelta ciclista, tolerar las deudas con Hacienda de los clubes de fútbol, pagar 2500 euros por cada nacimiento, quemar dinero en los partidos políticos y los sindicatos, sostener incontables cadenas públicas de televisión (en Cataluña llegó a haber siete simultáneamente y me refiero sólo a las de titularidad autonómica), construir un circuito de automovilismo, llegar con autopistas o autovías hasta el pueblo más remoto, tener el sistema sanitario más caro de Europa, etcétera.

Todas ellas fueron decisiones de distintos gobiernos. Unos gobiernos que, o bien eran unos insensatos, o bien creían que se podía vivir por encima de las posibilidades del país sin que pasara nada. Y llegamos así a deber una cantidad prácticamente igual a la del Producto Interior Bruto anual. Y, claro, los que nos han prestado tanto dinero se han cansado y quieren cobrar. Así que no queda más remedio que recortar, tanto para no incurrir en nuevos gastos, como para intentar ahorrar algo con lo que ir pagando lo que debemos.

Es evidente que el orden y la prioridad de los recortes son discutibles. Desde luego, el gobierno actual, como el que le precedió, parece estar metiendo la pata en ese aspecto. Pero ése es otro tema. Lo que quería decir aquí es que, nos pongamos como nos pongamos, no podemos escapar a los recortes. Y es que, lamentablemente y le pese a quien le pese, es cierto que hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡A ver qué vas a decirme! Espero que me guste, porque si no ...