martes, 11 de febrero de 2014

Persiguiendo a los malos por el mundo

Una serie de países en todo el mundo aplican, desde hace más o menos tiempo, el así denominado principio de justicia universal, según el cual el sistema judicial de un estado puede perseguir a los presuntos autores de delitos particularmente graves o repugnantes, como el genocidio, en cualquier otro estado aunque éste no haya iniciado acciones legales contra aquéllos. De esta forma la justicia española procedió contra Augusto Pinochet, ex-dictador chileno.

Ahora el Partido Popular (PP) español ha presentado al Parlamento un proyecto de ley según el cual la aplicación del citado principio por el sistema judicial hispano sería significativamente recortada. La razón oficial de esta propuesta es que, a fin de cuentas, ya existen organismos internacionales que se ocupan del asunto. La razón no confesada es que, metiendo las narices donde nadie nos ha llamado, podemos irritar a países sumamente poderosos, como China, Rusia y Estados Unidos, que, además de no admitir la validez del principio, tienen instrumentos sobrados para hacernos pagar cara nuestra osadía. Así ocurre, por ejemplo, con el intento de la Audiencia Nacional española de procesar a dos ex-altos cargos chinos, a los que acusa de acciones genocidas en el Tibet; China ha recordado al gobierno de Rajoy que ayudó a España de forma importante durante lo más duro de la crisis económica comprando deuda que a nadie más interesaba.

Naturalmente, la izquierda española ha puesto en el grito en el cielo. Asegura, básicamente, que se trata precisamente de una cuestión de principios irrenunciable, aunque declara comprender la motivación del PP.

Curiosamente, en este debate no ha sido mencionada una importante razón a favor del recorte. Y es que, si no tenemos los medios necesarios para afrontar los conflictos judiciales más próximos (¿cuántos años llevan de instrucción, por ejemplo, los casos Gürtel y Pokemon?), ¿por qué hemos de dispersarlos persiguiendo malos por el mundo adelante?

Por si les sirve de algo, les diré que llevo doce años embarcado en un proceso judicial de tres al cuarto que, con un mínimo de diligencia, se habría resuelto en un mes. Así que, aun suponiendo que el resto de las naciones nos permitieran jugar a justicieros universales, ¿qué necesidad tenemos de andar haciendo el ridículo por ahí adelante persiguiendo a los malos con nuestra celeridad habitual?

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