sábado, 15 de junio de 2013

Tontos en la EIT-Vigo

En su artículo de El Semanal del 16 de junio de 2013, Arturo Pérez-Reverte sostiene que es más peligroso un tonto que un malvado, e indica algunas de las razones que le inducen a pensar así. No se trata de nada novedoso. El propio Pérez-Reverte y otros autores han sostenido, en reiteradas ocasiones, la validez de esta hipótesis. Hipótesis que yo comparto desde hace mucho tiempo. Lo que me lleva a volver sobre este manido tema es el ejemplo concreto, tomado de la vida real, que Pérez-Reverte incluye en su artículo a guisa de ilustración de la referida teoría.

Habla Pérez-Reverte de una orca confinada en un acuario de Argentina. Recogida varada en una playa cuando era poco más que una cría, lleva más de veinte años en el lugar en el que fue alojada y en el que, según el autor, es tratada a cuerpo de rey. Al parecer, algunos grupos ecologistas acaban de enterarse de la situación del animal y reclaman a voz en grito su inmediata devolución al medio marino en el que nació. Por su parte, distintos científicos se oponen vehementemente a esta acción, alegando que, en definitiva, ello supondría la muerte inmediata de la orca, bien porque no aprendió a desenvolverse en el océano, bien por ser asesinada por los congéneres a los que pretendiera unirse, que inmediatamente la catalogarían de intrusa no deseada. Para Pérez-Reverte, los ecologistas son los tontos a los que me refería más arriba y la nefasta consecuencia de sus actos sería (no me quedó claro si la liberación se llevó efectivamente a cabo o no) justamente lo contrario de lo que se pretendía: el fallecimiento, probablemente cruel, de la orca a la que se pretendía salvar.

Por una perversa asociación de ideas, el ejemplo de Pérez-Reverte me llevó a pensar en lo que ocurre en la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación de la Universidad de Vigo (EIT-Vigo). En este centro, como en cualquier otro de carácter universitario, se persigue que los alumnos se gradúen con la mayor capacitación posible. Sin embargo, en los últimos años, este objetivo parece haberse sacrificado al de hacer la vida de los alumnos lo más placentera posible. Hay tutores (tanto profesores, como alumnos de cursos superiores), conferencias de apoyo, coordinadores de asignaturas, de cursos y de titulación, infinidad de protocolos de control de calidad y otras cosas por el estilo. El interés de este objetivo está creciendo tanto que, en la mayoría de las reuniones en las que se ven poco menos que forzados a participar cada vez más miembros del claustro de profesores, ya no se habla de contenidos de las asignaturas o de los esfuerzos que han de hacer los alumnos para superarlas. Todo se reduce a verificar hasta qué punto se siguen al pie de la letra los procedimientos acordados anteriormente o a instaurar otros nuevos.

Desde luego que no es malo, sino todo lo contrario, que se facilite, dentro de lo posible, la vida a los alumnos, como no es malo que las orcas vivan en libertad. Pero eso no debe hacer olvidar que esos alumnos han de graduarse como ingenieros (las orcas han de sobrevivir). Y ciertos profesores (los ecologistas) creen que, conseguido el primer objetivo, el segundo caerá inevitablemente por su propio peso, lo cual contradice la razón y el sentido común. Lo malo, como apunta Pérez-Reverte en su artículo, es que con algunos malvados es posible llegar a razonar e incluso conseguir que, al menos en ciertos casos, modifiquen sus conductas; pero, con un tonto, es de todo punto imposible.

Vista de un lateral de la EIT-Vigo en un amanecer de invierno. Foto: ESS.

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