sábado, 2 de febrero de 2013

Democracia a la española

Anda revuelto el país. Gritos, exigencias, manipulaciones, mentiras, corrupción, crisis...

El último episodio, por el momento, está centrado en el PP. El diario El mundo publicó, hace pocas semanas, que Luis Bárcenas, ex senador y ex tesorero del PP, ocultaba 22 millones de euros en Suiza. Saltaron las primeras exigencias de aclaraciones, dirigidas tanto al partido como al gobierno. El diario El país tomó el relevo y publicó los que han llegado a ser conocidos como los papeles de Bárcenas, según los cuales diversos dirigentes del PP (incluido el presidente del gobierno, Mariano Rajoy) habrían recibido de Bárcenas distintas cantidades de dinero en concepto de sobresueldos; tales cantidades, además de tener orígenes ilegales, no habrían sido declaradas al fisco. Aumentan el griterío, las exigencias de explicaciones y de dimisión inmediata y el convencimiento de que el PP es un pozo sin fondo de corrupción.

Me parece que esta actitud no encaja en los parámetros de la democracia, en la que se da por sentado que la carga de la prueba recae en quien acusa, no en el acusado. Vaya por delante que no tomo partido por el PP, al que no he votado en mi vida. Más todavía, sospecho que el PP, al igual que los restantes partidos y sindicatos que operan en este país inverosímil, recurre con harta frecuencia a la financiación ilegal y a prácticas de corrupción. O sea, bajo ningún concepto esta entrada tiene como objeto defender o justificar al PP.

Aquí se parte de un error de base. Alguien lanza una acusación en público y es el aludido quien tiene la obligación de responder; ¿por qué? Con un ejemplo, si yo digo en un medio de comunicación que el presidente del gobierno ha asesinado a su padre, seré yo quien tendré que aportar indicios de la veracidad de mi afirmación; en mi opinión, el presidente no está obligado a contestar, por mucho que le gritemos y le insultemos para que lo haga. Además, si proporciona las explicaciones solicitadas, negando haber matado a su padre, ¿es probable que aceptemos su palabra? ¿O no le calificaremos, además, de mentiroso? ¿Acaso esperamos que responda a nuestra petición con una declaración sincera y abierta de culpabilidad?

Por otro lado, en el asunto concreto que suscitó esta entrada yo veo algunas cosas un tanto raras. Por ejemplo: ¿quién facilitó a El país los denominados papeles de Bárcenas? ¿El propio Bárcenas?: él lo niega y, además, ¿por qué habría de hacerlo? ¿Los facilitó un juez, amigo de las filtraciones interesadas?; es posible, pero, de ser así, las pruebas derivadas de tales papeles quedan invalidadas, o lo serían en cualquier país realmente democrático. ¿Los robó El país, directamente o por persona interpuesta?; toda la actuación del periódico y las de quienes se basaron en sus informaciones carecen de fundamento legal.

Seguimos. ¿Hasta qué punto es verídica la información contenida en los papeles de Bárcenas? Que lo escribió él parece fuera de duda a raíz de las declaraciones de un perito calígrafo, que los examinó (¿o sus fotocopias?). ¿Cuándo fueron escritos (hay ensayos que pueden determinar la antigëdad de las anotaciones de Bárcenas)?; no se sabe, con lo que queda la duda acerca de si fueron escritos recientemente como parte de una maniobra de Bárcenas contra el PP. ¿Reflejan una situación real o son un simple fruto de la inventiva de Bárcenas?; no hay ninguna prueba que avale la autenticidad de las anotaciones en el documento.

Para terminar. ¿A nadie se le ha ocurrido tener en cuenta que el grupo PRISA, al que pertenece El país, no siente ninguna simpatía por el PP? ¿O que la deuda de PRISA es monstruosa, con lo que tal vez al grupo le interese tener a los socialistas, con quienes siempre se ha llevado mejor, en el gobierno de la nación? ¿Qué relación hay entre las cuentas opacas de Bárcenas en Suiza y los pagos de sobresueldos?

El caso Bárcenas merece una investigación en profundidad y que se castigue a quienes hayan delinquido, sean quienes sean. Pero no habrá tal investigación, o ésta no será imparcial, mientras continuemos vociferando, insultando y exigiendo. Sólo sabremos la verdad si aplicamos escrupulosamente los principios democráticos, cosa que, al parecer, los españoles desconocemos.

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