jueves, 17 de mayo de 2012

Lotina forever

Ha terminado el campeonato de liga de fútbol en primera división. El Villarreal es uno de los tres equipos descendidos. Lo entrenaba Miguel Ángel Lotina (MALO) desde hacía unas diez jornadas. Cuando MALO se hizo cargo de él, el Villarreal parecía fuera de peligro, aunque se mantenía relativamente próximo a la zona de descenso.

Tratando de justificar el resultado final, MALO aludió a supuestos manejos oscuros, acerca de los que admitió no tener pruebas, para perjudicar a unos equipos en beneficio de otros. Desde luego, no se refirió al detalle de que el Villarreal es el quinto equipo que desciende tras contar con MALO como entrenador. Y, entre esos equipos, se encuentra el mío de toda la vida, el Real Club Deportivo de La Coruña, a quien llevó a segunda división en la temporada 2010-11.

Los entrenadores de fútbol actuales (por lo menos, los españoles) tienen un afán de protagonismo muy pronunciado. Les gusta cambiar alineaciones sin venir a cuento, poner a jugadores en puestos distintos de aquellos en los que se desenvuelven naturalmente, o idear tácticas cuando menos cuestionables. En ese sentido, MALO no es distinto de sus compañeros de profesión.

Lo que hace tan peculiar a MALO es su miedo, el insuperable e invencible terror que siente ante la mera posibilidad de que su equipo pueda ser derrotado en un encuentro. Para intentar conjurar esa derrota, que siempre acaba llegando, MALO cercena cualquier asomo de creatividad que pueda haber en su conjunto y prohibe (esto es una exageración, pero no excesiva) que jamás haya más de cuatro de sus hombres en el medio campo rival, incluso aunque el equipo vaya perdiendo. Su propio rostro, en el que jamás se dibujó algo más que un rictus triste y desesperanzado, delata con claridad la naturaleza de las ideas futbolísticas de MALO.

Con el resultado de esta temporada MALO ha demostrado una vez más (y van ¿cuántas?) que lo suyo no es el fútbol. Los hados se empeñan en castigarlo, pero él no parece querer enterarse. Y con él, los presidentes de los clubes que lo contratan (incluido Lendoiro, del Deportivo). ¿Hasta cuándo seguirá torturando a los seguidores de los equipos que tengan la desgracia o cometan el error de contratarlo?

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