martes, 1 de noviembre de 2011

Orates y políticos

Todos estamos hartos de oir hablar de políticos corruptos, incompetentes, avariciosos, tramposos y muchas cosas más. Sin embargo, entre estas categorías no suele aparecer la de orate. Y la verdad es que ya deberíamos estar acostumbrados a ella, después de sufrir durante casi ocho años al demente José Luis Rodríguez Zapatero. Lo malo es que este grupo de políticos amenaza seriamente con aumentar con gran rapidez. Para que vayan tomando nota, voy a hablarles de un chiflado del que tengo constancia directa.

Se llama AC. En 2007 se presentó a las elecciones de VN, la aldea en la que vivo, como cabeza de lista del partido A. No consiguió la mayoría absoluta, pero se alió con el partido B para hacerse con la alcaldía, dejando en la oposición al partido C, que, aunque era el que tenía más concejales, éstos no eran suficientes para permitirle gobernar en solitario. Durante cuatro años gobernó la aldea de forma personalista y errática, relegando a los concejales de B, cuando no ignorándolos olímpicamente, a tareas menores. Pese a semejante trato, B aceptó la situación resignadamente: ¡todo para que el poder no pasara a manos de A!

En 2011 se repitió la situación. Pero ahora la gente de B estaba muy quemada. Seguía obsesionada con impedir que el alcalde fuera de A, pero no estaba dispuesta a seguir aguantando impunemente las continuas humillaciones que le infligía AC. Votó por él para darle el bastón de mando, pero se negó a entrar en el gobierno municipal y anunció que se opondría a A cuando lo estimase oportuno. AC se tomó el asunto como si se tratase de una bravata y siguió a lo suyo, acentuando su gobierno personalista. Esta situación acabó por irritar a B, que, cada vez con más frecuencia, empezó a votar con C para imponer a AC determinadas actuaciones o para derrotar iniciativas del alcalde.

Llegados a este punto, AC adoptó una estrategia cuando menos novedosa. En cada oportunidad en que era previsible que B y C votasen juntos contra sus propuestas, se sumaba a la iniciativa de sus oponentes y las resoluciones salían aprobadas por unanimidad.

Uno podría pensar que, obrando de esta forma, AC demostraba un gran respeto por la voluntad popular, (supuestamente) representada en los planteamientos de B y C. Si la mayoría quería algo distinto de lo que él proponía, no había ningún problema; él se sumaba a la voluntad mayoritariamente expresada y la apoyaba entusiásticamente. Tenemos así un alcalde dialogante, bien alejado del ordeno y mando que suele caracterizar a los alcaldes tradicionales.

Esta interpretación resultaría excelente, a la par que idílica, si no fuera porque a AC la voluntad popular le importa un pimiento, como sus hechos demuestran reiteradamente. AC quiere poner un albergue para indigentes en un sitio que no es del gusto de B y C. No hay problema; se aprueba la propuesta de B y C y se hace el albergue donde a AC le sale de las narices (o sencillamente no se hace). AC suprime una línea de autobuses, B y C (con el apoyo de A) imponen el mantenimiento de la línea, la línea no está operativa, según confirma la compañía concesionaria del servicio. Sus supuestas unanimidades con B y C se deben únicamente a que morirá antes que permitir que alguien diga que la oposición le ha derrotado en una votación. El carácter despótico de AC se manifiesta en sus continuos enfrentamientos con la sección local de su partido (listas electorales que se aprueban sin votar), la sección provincial de su partido, la sección gallega de su partido (candidatos no aceptables por ésta) y la cúpula nacional de su partido. A AC no le preocupa que las cosas estén bien o mal; sólo que se haga su santa voluntad. Es un alumno aventajado de Zapatero. Es un orate únicamanete preocupado por evitar una derrota, cualquier derrota, por nimia que sea.

¿Qué prefieren ustedes? ¿Un alcalde corrupto, un alcalde incompetente o un alcalde orate? (no incluyo la posibilidad de un político de manos limpias; las monjas de clausura no se dedican a eso). He visto a gente de los tres tipos y les garantizo que el peor es el último. Háganme caso.

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