miércoles, 1 de mayo de 2013

Liándola parda

La crisis española es afortunada porque tiene numerosos padres o personas que se ocupan de ella. Los analistas económicos y políticos nos ofrecen sus visiones, más o menos interesadas, de lo que está ocurriendo y lo que se puede hacer o dejar de hacer. Cada partido político tiene uno o más diagnósticos y sus consiguientes propuestas o exigencias. Los medios de comunicación pontifican al respecto, generalmente arrimando las ascuas a las sardinas representativas de sus intereses. Y así sucesivamente.

Vamos, que, además de en crisis, vivimos en una descomunal ceremonia de la confusión. Unos por otros la hemos liado parda hasta extremos inimaginables. Si, en un ejercicio hipotético, ahora mismo aterrizara un marciano en España y quisiera enterarse de lo que está pasando, lo tendría muy difícil. Cada institución y cada ciudadano tenemos nuestra visión particular y parece como si nos encontráramos en una desaforada competición por ver quién es más original y ofrece una teoría (con su inevitable coda de soluciones posibles) más distinta de las demás para explicar lo que ocurre. Algo así como lo que hacen algunos físicos en su eterna búsqueda de la teoría de todo.

Se me ocurre que quizá deberíamos empezar por aclararnos las ideas; desbrozar los árboles que nos impiden ver el bosque. Está claro que nos encontramos en una situación que no nos gusta y que queremos salir de ella. Pero, fuera de eso, el vocerío acerca de las causas de la crisis y sus posibles soluciones es de tal magnitud y tan contradictorio que resulta imposible discernir algo útil en semejante gallinero. Así que, ¿qué tal si alguien se toma la molestia de resumir con claridad y sin partir de juicios apriorísticos sobre las oscuras voluntades de los nazis o los rojos de turno los hechos y las circunstancias que nos han llevado a este estado angustioso?

Ahora bien (Diógenes busca a un hombre justo con una linterna), ¿estamos seguros de que hay en España una sola persona que sea capaz de realizar dicha tarea sin sucumbir al peso de sus intereses?

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