jueves, 12 de julio de 2012

Recortes y mineros

Es cierto que España está pasando por una época de duros recortes económicos y sociales. También lo es que las condiciones de tales recortes distan mucho de ser lo justas que desearíamos todos los españoles. Podemos rebelarnos contra esa situación o acogerla resignadamente a la espera de que el temporal escampe. Pero no podemos pensar que hay colectivos privilegiados que no deberían ser recortados. Oímos con frecuencia que la medicina, la cultura, la enseñanza, la investigación, la prestación de desempleo, las fiestas populares, la construcción de infraestructuras... no pueden ser recortadas. Hay una tendencia generalizada a insistir en que "lo mío" no puede ser recortado porque es vital para el país o porque afectaría gravemente a las condiciones sociales. Me parece una actitud errónea, entre otros motivos porque, contra lo que todos pensamos, justificaría la sobreabundancia de cargos políticos y puestos en las múltiples administraciones públicas; "sin políticos y sin el entramado administrativo no hay sociedad que funcione", podrían alegar, igual que ya lo hacen los colectivos aludidos más arriba.

Desde esta perspectiva podríamos ver a los mineros, con sus protestas, como un colectivo más que ejerce el derecho a autoproclamarse fundamental que ya practican otros. Sin embargo, creo que hay varias diferencias importantes. Para empezar, no es cierto que la minería española sea fundamental; en realidad, resulta completamente ruinoso, no sólo pagar a los mineros, sino el simple hecho de mantener las minas abiertas. En segundo lugar, lo que reclaman los mineros en estos momentos es que no se cancelen las subvenciones que se están entregando a las explotaciones en las que trabajan; parece que eso es imposible porque Europa, que manda mucho más de lo que creemos, ha declarado que hay que terminar con subvenciones de ese tipo.

Más allá de estas objeciones, que no tendrían mayor relevancia en el panorama actual, lo que me llama la atención de la protesta minera es el convencimiento de sus protagonistas de que son algo especial. Puedo estar equivocado, pero me da la sensación de que los mineros creen que su trabajo es algo que tiene tintes místicos, con una trascendencia superior a la correspondiente a otras actividades. Para ellos, un minero es alguien que merece mayor consideración que un médico, un ingeniero, un agricultor o un marinero. De hecho, no reclaman tan sólo el mantenimiento de sus puestos de trabajo (con subvenciones o como sea), sino que éstos sean preservados para sus hijos; es decir, el carácter sacramental de la minería ha de ser perpetuado en generaciones sucesivas.

¿Que estoy exagerando? No lo creo. Hace unos años, y con motivo de otro conflicto, leí en el periódico o vi en televisión una entrevista con un minero. El hombre insistía en la necesidad de mantener el puesto de trabajo hasta que llegara el momento de que pudiera ser ocupado por su hijo. El periodista le preguntó si no tenía otras aspiraciones para su vástago, como, por ejemplo, que hiciera una carrera universitaria. Y el hombre, furioso, respondió: "En mi familia todos han sido mineros, yo soy minero, y mi hijo será minero". No eran las cuestiones económicas las que motivaban en el fondo a aquel hombre; era la continuación de una tradición sagrada.

Bien, protestemos, y con razón, contra los recortes que nos imponen unos políticos hipócritas, venales, corruptos e incapaces. Pero, realmente, ¿creen que llegaremos a algún lado mientras subsistan en nuestra sociedad formas de pensar como la que acabo de presentar?

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